Todo esto ha muerto. Pero hay más vida aquí
amenazame@yahoo.es - 8.2.06
lunes, septiembre 20, 2004
En el sur más profundo de los Estados Unidos de Norteamérica, Jim y Lilly Rogers, una joven pareja de granjeros, trajeron a este mundo al pequeño Joe. Pero la alegría en el hogar de los Rogers no duró demasiado, pues en una disputa por los límites de unas tierras de cultivo de algodón, Hank Van Zant III, un vecino del lugar, disparó una nada despreciable cantidad de perdigones del 8 en los respectivos vientres de la feliz pareja, quitándoles la vida de inmediato. Como los habitantes del Sur de los EEUU son gente de gran honorabilidad y elevado espíritu, romper una familia y dejar huérfanos desamparados está muy mal visto, por lo que Hank enterró a los Rogers junto con su pequeño, que estaba vivo.
Tras cavar las tumbas, el vil granjero se sentó a descansar en la base de un álamo y desde ahí, para su sorpresa, observó atónito como el pequeño bebé salía al exterior por sus propios medios motivado, muy probablemente, por la asfixia. Asombrado por las capacidades del muchacho, Hank decidió adoptarlo y criarlo como si fuera su propio hijo. Esto es: recogiendo algodón junto a una turba de negros que el belicoso granjero tenía en propiedad.
El pequeño Joe creció al lado de los esclavos negros, por lo que se empapó de sus costumbres y comenzó a destacar como interprete de blues rural y música folk americana. Cuando tenía dieciséis años, harto de trabajar por pan y agua, Joe escapó de la granja, robó una guitarra y se dedicó a tocar sus canciones en los cruces de caminos del Mississippi, colocando una simpática gorra delante de él, con la intención de que los viandantes depositaran en ella monedas con las que poder comprar alimentos para no perecer por inanición. Mas en esas duras circunstancias, las composiciones de Joe brillaban con luz propia y fue contratado en un burdel cercano para amenizar el "previo" de los clientes.
Con el tiempo Joe Rogers se convirtió en una celebridad en las aldeas cercanas. Tanto, que la señorita Zimmerman, trabajadora interina del burdel en el que tocaba y una de las cortesanas más famosas del condado, le encomendó el cuidado de su hijo, Robert Allen, convirtiéndose éste en su discípulo. Joe trató a Robert como a su propio hijo y le enseñó todo lo que sabía. Hecho que le supuso una gran desgracia, pues el chico era de etnia judía y eso no le hacía ninguna gracia a los miembros locales del Klan, que, en una escaramuza, le arrancaron a Joe las cuerdas vocales con un tenedor oxidado por tratar con razas que no eran la suya.
Con todo, Joe siguió cantando como pudo y desarrollando su genial estilo con un inconfundible timbre de lo más desagradable, aunque sus letras en contra de la intolerancia y el racismo embellecían hasta su cazallosa voz. Pero un día ocurrió un suceso lamentable. Su discípulo, el pequeño Zimmerman, había desaparecido y pronto recibió noticias suyas... por la prensa. El joven judío había escapado a Nueva York donde registró todas las canciones de Joe Rogers con el seudónimo de Bob Dylan, comenzando una exitosa y millonaria carrera lanzando al mercado las canciones de diez en diez durante más de cuarenta años.
Joe, que no paraba de oír a hablar continuamente de su discípulo, Bob Dylan, en los medios de comunicación, estalló de rabia el día que le oyó cantar imitando vulgarmente su genuina voz laringectomizada. Lleno de rabia, tomó una decisión que cambiaría su vida: salió directo a afiliarse al Klan para hacer lo que estuviera en su mano y evitar que un hecho como éste volviera a suceder en el condado. Desgraciadamente, su activismo político en contra del racismo le había granjeado la suficiente fama como para que nada más pisar las oficinas del Ku Klux Klan, le ataran por los pies a una camioneta y lo llevaran arrastrando hasta lo más profundo del desierto.
A partir de aquí, su vida dio un giro importante, ya que Joe Rogers decidió pasar los siguientes trece años viviendo como un ermitaño en el desierto. Allí se nutrió de alimañas y rastrojos abandonándose a si mismo por completo, pero encontrando la paz interior morando lo más alejado posible del ser humano. Lamentablemente, la industrialización avanzaba y desapareció la ya de por sí escasa fauna y flora del desierto, con lo que a Joe no le quedó más remedio que ir a comer a un vertedero cercano junto a los coyotes y demás animales desvinculados de su entorno natural.
Una noche oscura, Joe fue descubierto por un funcionario de limpieza de residuos, que aterrorizado, llamó al Sheriff del condado. Éste acudió con todas las fuerzas disponibles y a base de dardos sedantes, lograron reducir a la criatura salvaje en que se había convertido Joe Rogers. Observándolo en la celda, los muchachos decidieron apodarle con el sobrenombre de "Cucarachos", por la similitud existente entre el popular insecto y las curtidas por la mugre del desierto uñas de Joe. Meses más tarde, una protectora de animales regentada por hippies y activistas políticos compró su libertad.
Libre como el viento, lo primero que hizo Joe fue coger la primera guitarra que encontró a su paso, una Fender Stratocaster, y ponerse a tocar. Uno de los hippies de la asociación, que casualmente tenía un sello discográfico de rock psicodélico, escuchó los escalofriantes sonidos que emitía y, a la manera hippie de hacer negocios, lo volvió a enjaular y lo llevó de gira aprovechándose del nuevo movimiento rockero que causaba sensación entre los jóvenes: el protofuzz psychedelia, como no podría ser de otra forma.
La gira le llevó irremediablemente a la Alemania del kraut-rock, donde la jaula de Joe recorrió todos los escenarios hasta que la novedad de un pseudo primate de uñas negras emitiendo gruñidos country folk comenzó a pasarse de moda. Para remediarlo, su hippie promotor, decidió introducirle por el culo una maraca con clavos en el mango, para así animar sus actuaciones y lanzar el disco "Ramblin Joe Cucaracho Rogers´ space country folk meet sadistic tropical rock", un "must" del protofuzz psychedelia.
La vejación llegó a tal punto que Joe rompió los barrotes de su celda y escapó a la Alemania Oriental, desde donde llegó fácilmente a la Unión Soviética, donde pensaba que iba a lograr por fin llevar una vida digna. Leonidas Breznev le recibió calurosamente en un homenaje presentándole a la opinión pública como una nefasta consecuencia más del capitalismo. Aunque Joe no pudo disfrutar demasiado de su vida de ciudadano libre en la dictadura del proletariado, pues Breznev tenía planes para él. Siguiendo el ejemplo de la perrita Laika, Ramblin Joe Cucaracho Rogers fue enviado al espacio a bordo del Sputnik-8.
El objetivo de la misión era dar un pequeño paseo espacial en órbita con la Tierra para comprobar cómo afectaba la estancia en el espacio a los avestruces-chimpancé, animal que no existe en la URSS, pero al que Joe se parecía bastante tras sus años en el desierto. Dada la tecnología punta soviética, el Sputnik-8, lejos de orbitar alrededor de la Tierra, salió disparado a una galaxia muy lejana hasta aterrizar en el planeta Kashyyyk, donde Joe rápidamente tomó contacto con sus habitantes, que le confinaron en un burdel espacial sin mediar palabra.
Al cabo de varios años y tras haber sufrido en el recto todo tipo de vejaciones interestelares, Joe hizo migas con un asiduo cliente del puticlub, un zoofílico contrabandista de poca monta llamado Han Solo, iniciándose un romance muy especial entre ambos, que llevó a Solo a comprar la libertad de su amor, apodarle cariñosamente Chewbacca y recorrer con él la Galaxia. Desgraciadamente, el apuesto contrabandista se enroló en una banda de terroristas insurgentes contra el orden galáctico establecido, obligando a Joe a introducirse junto a él en la organización por amor. Como guerrilleros, sufrieron multitud de desventuras y las típicas penurias de ese tipo de vida. Joe soportó todos los males con estoicismo, pues era feliz al lado de su pareja, pero al concluir la guerra el popular 11-S en la Estrella de la Muerte, Solo le abandonó miserablemente para casarse con una princesa y trepar socialmente, lo que volvió a dejar a Ramblin´ Joe "Cucarachos" Rogers solo y triste, tocando sus melancólicas canciones en un cruce de trayectos hiperespaciales.
amenazame@yahoo.es - 20.9.04
martes, abril 27, 2004
Marco era un joven genovés con nulos conocimientos musicales, pero que se vio introducido en el mundo del rock psicodélico por pura casualidad. Todo sucedió una mañana cualquiera cuando, al despertar, comprobó que su caja torácica se encontraba abierta de par en par y que le invadía una ligera sensación de angustia. Inmediatamente, Marco ató cabos, se asomó al interior de su cuerpo y comprobó que le faltaban todos los órganos vitales. Contrariado, fue en busca de su padre, que en ese momento estaba manteniendo relaciones sexuales con su hijo, el hermano mayor de Marco, y le espetó a gritos, pero con respeto:
- ¡Padre! ¿Me ha quitado el bazo para dárselo a mi hermano?
- No hijo, esto que le estoy metiendo a tu hermano por el recto es un puño
- ¿Entonces, dónde están mis órganos vitales?
- Los ha debido coger mamá para venderlos en el mercado negro y comprar heroina, que ayer tenía mucho mono -dijo su hermano entre dientes
- ¡Santo Cielo! ¡Debo ir presto en su búsqueda! -concluyó Marco. Y salió escopetado a la calle para, desfallecido, caer de bruces contra el asfalto sin haber dado ni dos zancadas pues, como hemos dicho antes, se encotraba hueco por dentro.
Marco volvió a despertar, esta vez en el hospital, había tenido suerte y una ambulancia le había llevado rápidamente a un centro de salud donde fue operado por uno de los mejores médicos de Europa, que, ante la inminencia de la muerte, no pudo esperar la llegada de órganos para un transplante múltiple y decidió instalarle una compleja y descomunal maquinaria que a base de válvulas, tubos y poleas completaba las funciones de los órganos perdidos. El aparato era de grandes dimensiones y de una complejidad bárbara, por eso llevaba anexo un mono de feria adiestrado en la coordinación técnica del mamotreto.
Al cabo de unos meses, Marco salió del hospital y decidió recorrer los kilómetros que fueran necesarios con tal de encontrar a su madre y, cuanto menos, pedirle explicaciones. Así que echó a andar con sus andamio de órganos artificales y el mono Amedio, subido en lo alto del mismo, todo agobiado coordinando las funciones vitales.
Con dos cojones, Marco se pateó toda Italia dirección norte, atravesó los Alpes por su propio pie y se plantó en Düsseldorf (Alemania Occidental) donde le preguntó a un viandante:
- Oígame ¿Cuál es el ágora o punto de encuentro de los toxicómanos de esta bella localidad?
- En la Alemania Occidental no haberr toxicómanos, muchacho -le contestó.
- En ese caso ¿Dónde podría dar con lo peor de cada casa, lo más rastrero de la ciudad, la puta hampa?
- ¡Ah! tu preguntarr porr la puta escorria que merrece puta muerrte lenta.
- ¡Esa! ¡Esa! -Gritó Marco mientras el mono Amedio aplaudía con los tobillos de la emoción
- En Düsseldorf, haberla, si me perrmite el galleguismo, hayla. Los mayores cerrdos hijos de puta de la ciudad son los músicos de Kraut Rock y Prrogrresivo, que encontrrarrás en la Sala Átropos.
- Muy amable, señor -añadió Marco y salió escopetado hacia dicha sala.
Al llegar a ella, observó una larga cola de infraseres peludos que aguardaban para entrar a un concierto. Como la maquinaria que llevaba Marco sobre los hombros -ocho veces su tamaño- era demasiado grande, no podía entrar por la puerta principal y lo intentó hacer por la de emergencia, mucho mayor pues estaba construida conforme ordenaba la Ley Federal de Puertas de Emergencia que estipulaba el perímetro craneal medio del pueblo germano en 8x8 metros.
Una vez dentro, se encontró inmerso en una oscuridad terrible y comenzó a andar a ciegas con los brazos extendidos hasta que se topó con una extraña tela, se la quitó de encima bruscamente y se hizo la luz, había apartado el telón e ido a parar directamente al centro del escenario donde tocaba un mediocre y repugnante grupo de krautrock llamado Faustinor.
Al verle, el público comenzó a aplaudir entusiasmado. Alguno decía por ahí a gritos: "¡¡El niño esclavizado por el progreso!! ¡¡Bravo!! ¡¡Bravo!!" Otros contestaban: "¡¡No, es la dictadura cruel de la industria que situa al mono por encima del hombre!! ¡¡Grandioso!! ¡¡Genial!!"
El caso es que Marco, al ver a todos esos barbudos frente a él y, lo que es peor, al olerles, le dio un ataque de pánico que generó un incremento salvaje de su actividad vital comenzando todas y cada una de las máquinas de su andamio a emitir ruidos terroríficos obligando a Amedio a saltar de un lado a otro del andamio completamente fuera de sí, hasta que Marco, colapsado, se desmayó.
Ante el júbilo del público, los Faustinor decidieron acabar en ese mismo momento el concierto, cobrar la entrada y huir con Marco atado a la baca de su furgoneta en lo que fue un secuestro en toda regla. Una vez en su guarida, comenzaron un debate para ver qué hacían con Marco y Amedio.
"¿Es lícito aprovecharnos de este pobre niño inválido y de su mono para lograr el éxito de nuestro grupo?" Hubo opiniones para todos los gustos, pero todas ellas en el mismo sentido: "Nuestro arte libera al hombre, nuestro arte es pues, un fin, por tanto, no importa lo que hagamos si logramos nuestro objetivo" o "Como vegetariano que soy, entiendo que mi música armoniza la vida vegetal, por tanto, este chico no es más que la música que sale de mi sitar, debemos usarlo" y también "Vamos a enriquecernos bien, y luego hacemos la revolución... si eso" Así que la decisión estaba tomada, Marco y Amedio entraban en el grupo. Días más tarde, después de que toda la prensa local se hubiera hecho eco del conciertazo que habían dado, firmaron un contrato millonario e iniciaron una gira por toda Alemania Occidental. El nombre lo impuso la discográfica: Marco and the Amedians.
Como los miembros del grupo eran ácratas vegetarianos, pero no gilipollas, trataron de sacar el máximo partido a Marco y su mono, de forma que el espectáculo consistía en lo siguiente: Enchufarle a Marco doce litros de aceite de ricino con un embudo, ponerlo en mitad del escenario y dejar que sufriera terribles espasmos internos que se traducían en terroríficos sonidos que salían de sus válvulas y poleas trabajando al 101% de su capacidad. Luego ellos se ponían unas mallas y le daban un poco al sintentizador y la flauta como es menester en todo grupo de krautrock que se precie.
Su fama empezó a ser de dimensiones bíblicas. Keith Emerson y Rick Wakeman se declararon fans y les alabaron en todas sus entrevistas buscando a la desesperada un puesto de invitado al tan-tan o las maracas eléctricas en el combo. En cada ciudad que tocaban la espectación era increible. Todo fue un auténtico exitazo hasta que, en una entrevista previa a un concierto, el mono Amedio hizo unas declaraciones negando el holocausto, por lo que fue explusado del país ipso facto por antisemita según indica la Constitución Alemana de 1949.
En su huída, con varios cientos de grupos troskistas, anarquistas, antifascistas y socialvegetarianos persiguiéndoles para quemarles vivos, Marco aún era víctima de los efectos del aceite de ricino del último concierto y no podía ni correr, ni andar, ni pensar, ni nada... Así que, desesperado, se arrancó el tubo que le salía del recto a modo de intestino grueso externo y fue tal la cantidad de gases y mierda que su cuerpo expulsó al exterior en forma de explosión que se elevó por los aires volando como una grácil mariposa.
Marco lloraba de la emoción, el sueño de su vida desde que se había visto condenado a esa máquina infernal era volar libre por los aires, acariciar las nubes como una golondrina, surcar el cielo como un cóndor, ser libre como el viento... pero desgraciadamente ese sueño duró poco, a los diez minutos de vuelo fue abatido por cazas de la OTAN que le confundieron con algún artilugio volador soviético dado que la presión de la mierda y el gas al ser expulsados por su ojete le conferían a éste la forma de una brillante estrella roja.
Calcinados en una verde pradera alemana el mono Amedio y el joven Marco, la historia de uno de los mejores grupos de Kraut rock de todos los tiempos llegó a su fin.
amenazame@yahoo.es - 27.4.04
domingo, febrero 01, 2004
Rodrigo Castillejos Carrasco-Muñoz, agricultor castellano y padre de cuatro hijos, había visto como, durante los años sesenta, tres de sus hijos abandonaban el hogar y su tierra para emigrar a la ciudad y buscar empleo en la urbe. Eran los tiempos del tránsito del campo a la ciudad, Castilla se despoblaba y predominaba el desarraigo.
Rodrigo estaba desolado, había cultivado durante toda su vida un formidable minifundio remolachero y ahora sus hijos huían de él como de la peste. Por esta razón, se propuso luchar con todos los medios a su alcance para que su último hijo, Juan, no abandonase también la tierra que le vio nacer.
Para ello, cuando Juan no tenía más que tres años, fue encerrado en una habitación sin ventanas que era visitada diariamente por tres ejecutivos urbanitas que le propinaban al muchacho terribles palizas con semáforos, parquímetros y otros objetos propiamente característicos de la ciudad. Después de cada sesión de refinados castigos e intenso dolor, un arado con patas, amigo de la familia y nacido de un escape en la Central Nuclear de Garoña, entraba en la habitación para darle de comer con la palma de la mano.
Este método de adiestramiento que Rodrigo conocía de oídas funcionó a la perfección. El niño desarrolló un odio visceral a la ciudad y todo lo que tenía que ver con ella, al mismo tiempo que se sentía estrechamente vinculado al campo y a su mejor amigo, el arado con patas.
La amistad entre Juan y el arado con patas fue muy intensa. No se separaban nunca, por el día trabajaban juntos la remolacha, por la noche cantaban canciones a la luz de la luna y se amaban en secreto. De esta época datan los primeros trabajos musicales de Juan, folk homosexual, por un lado, y ferrosexual (que se siente atraído por el hierro) por otro.
Mas todo llega en la vida, un día el autoritario padre de Juan, Rodrigo, quiso que su hijo contrajera matrimonio con la hija de un vecino para poder así unir sus minifundios remolacheros conformando un poder caciquil en la comarca. En un principio, Juan no se sintió atraído por la fémina y el matrimonio se celebró contra su voluntad. El arado con patas intentó suicidarse, pero Juan le sorprendió en el último momento y le juró que, aunque estuviese casado con una mujer, nunca le abandonaría y que consumarían a menudo en el campo, durante el laboreo de la tierra.
En los primeros años así fue: Juan pasaba de su esposa y se ponía morado con el arado en el campo. Pero un día, Juan, al no haber tocado a su mujer en tres años, fue violado por ésta y descubrió dos cosas. Una: que el sexo con las mujeres no era desagradable; Y dos: que era bastante menos doloroso que con un arado de acero inoxidable.
Por ello, Juan comenzó progresivamente a poner distancia entre él y su amante heavy hasta que un día decidió arar la tierra tirando de éste con un tractor.
Esta medida, que suponía que el arado con patas ya no podía acceder cuando quisiera a los genitales de Juan, hizo que éste estallara de celos y se enfrentase al que, hasta hacía poco, era su amante.
La pelea fue terrible. El arado golpeó brutalmente a Juan en la cabeza con una de sus patas y éste le dio muerte atropellándolo con el tractor.
La herida en la cabeza de Juan era horrible. Le tuvieron que dar treinta y ocho puntos desde el entrecejo hasta la nuca. En un principio, siguió viviendo feliz con la cabeza cosida de un lado a otro y sin los celos del odioso arado con patas. Pero pronto empezó a sentir unos hormigueos y palpitaciones extrañas en la brecha. Ni el médico ni el cura de la comarca sabían a qué se podía deber y Juan cada día sufría más esas extrañas sensaciones.
Una mañana en la que el cosquilleo era infernal, Juan echó a correr hacia la era gritando desesperado. De pronto, sintió como le saltaban por los aires los treinta y ocho puntos de sutura y se le volvía a abrir la brecha de par en par. Asustado, se llevó las manos a la herida pero algo se las apartó rápidamente: eran setenta y dos mil judíos que salían al exterior a través de la sangrante brecha.
Contrariado, Juan se dirigió al que parecía ser el líder de esas gentes, un tal Moisés, y le dijo:
- Oye... estooo
- Dime, hijo
- ¿Os gustaría montar un grupo de proto fuzz psychedelia?
- Joder, me lo acabas de quitar de la boca
Y así fue como Juan y Moisés formaron un grupo de protofuzz de una línea muy folkie y con unos coros escalofriantes a cargo de setenta y dos mil gargantas. El proyecto auguraba un gran futuro, pero Juan falleció a las pocas horas cuando, en una deposición, cagó ciento veinte mil soldados egipcios, el emperador y sus caballos todos ellos ahogados. Los desgarros provocados por las coces de los caballos en la agonía de la asfixia acabaron con la vida de Juan, hecho toda una hemorragia interna.
No existe grabación en estudio alguna de este grupazo, tan sólo nos queda el testimonial directo "Casual & Live in the era" que se puede escuchar en forma de eco en cuevas cercanas a la susodicha era castellana.
amenazame@yahoo.es - 1.2.04
viernes, enero 16, 2004
Por todos es sabido que uno de los acontecimientos históricos más influyentes en la música rock y, muy en especial, en el protofuzz psychedelia, fue la guerra de Vietnam. Cientos de bandas nacieron en las manifestaciones pacifistas que inundaron las calles de EEUU, pero en este caso, The Crayfishes, se formaron en pleno Vietcong.
Frank O´Neil fue reclutado y enviado a Vietnam en 1969. Como muchos otros reclutas, no tuvo la suerte de ser un remplazo más y entró rápidamente en combate. El Mando le destinó a la 356 aerotransportada, una unidad en la que sólo había sobrevivido un hombre en la última operación, Jefrey Mendoza. Los dos soldados permanecieron juntos unos días en espera de se volviese a formar la unidad. Durante aquellas jornadas, Frank y Jefrey entablaron una bonita amistad porque, curiosamente, a ambos les encantaba el mismo grupo: Cream. Conversaron frente a indochinos atardeceres, bebieron juntos, brindaron y, por supuesto, se fueron de putas varias veces forjando una bella amistad. En todo ese tiempo, una idea les unió para siempre: "Cuando acabe todo esto, montamos un power trio como Cream".
Por fin la unidad se recompuso con nuevos reclutas, algunos veteranos sobrantes de otra compañía masacrada y el teniente Demechis, John Demechis. Las órdenes eran volar una cabaña fortificada en la que el Vietcong almacenaba armas y urdía sus planes. Partieron temprano, a las seis de la mañana y, tras una larga caminata en la que los mosquitos se hicieron más odiosos que le propio Ho Chi Min, llegaron a las inmediaciones del objetivo. El teniente Demechis dio las órdenes: "O´Neil y Mendoza os subís reptando a esa colina, desde ahí le tirais unas granadas a la cabaña y nosotros ametrallamos todo lo que salga vivo de ella". -A sus órdenes- susurraron Frank y Jefrey y se alejaron del grupo arrastrando.
Al llegar a la cima de la colina, se dieron cuenta de que la hierba era más alta que ellos, por lo que tuvieron que localizar la cabaña fijándose en la inclinación de los rayos del sol. Al parecer, Jefrey tenía una gran experiencia en este tipo de operaciones. En silencio, como un gato, comprobando la dirección del viento con un dedo impregnado en saliva, inició el ataque. Se agachó, estiró los brazos y lanzó la granada fabulosamente. Ésta describió una formidable parábola a una velocidad excepcional yendo a parar exactamente al ojo izquierdo del teniente Demechis. A continuación, cayó sobre sus restos la que había arrojado Frank y después, la siguiente de Jefrey. Así hasta 38, treinta y ocho granadas que lanzaron cebándose lo más posible Jefrey Mendoza y Frank O´Neil. La compañía 356 aerotransportada acababa de volar en trocitos, con la excepción de Frank, Jefrey y Julius Brown -un afroamericano que vigilaba la retaguardia. Cuando los dos amigos volvieron al pie de la colina y vieron la compañía disuelta en partículas, a Julius llorando acojonado en un rincón y a los soldados norvietamitas saliendo de la cabaña Kalashnikov en mano, tomaron la brillante decisión de correr lo máximo posible en la dirección que les pillase más a mano. Mientras pateaban con las balas silbándoles sobre los hombros, Jefrey le dijo a Frank: "Mierda, tio, ya es la segunda vez que me pasa".
Huyendo del enemigo por los pelos, se adentraron en lo más espeso de la jungla. Por un momento pensaron que un helicóptero les rescataría o que un comando iría en su búsqueda, pero nada. Pasaban los días y no recibían ninguna señal, habían perdido el armamento en la huída -más bien lo habían arrojado a la desesperada- y no tenían comida. En un principio, decidieron buscar cocos, pero fue en vano. Tampoco consiguieron cazar ningún mamífero como las ratas que correteaban la jungla y los mosquitos eran demasiado nauseabundos como para comérselos. Desesperados, los tres marines tuvieron que alimentarse de raíces de palmera, una comida muy nutritiva pero treméndamente ácida y que producía salvajes diarreas. Frank, Julius y Jefrey no hacían más que comer ácidas raíces y cagar ácidas diarreas, sin parar, en un ciclo constante. Desesperado, Jefrey, como soldado de mayor rango, quiso poner fin a la situación:
-Alguien tiene que ir en búsqueda del campamento, por mis cojones -dijo con la voz entrecortada por las contracciones intestinales que sufrían los tres.
-Pero no tenemos armas -dijo Frank.
-Y esto está lleno de Vietcongs -añadió Julius.
-Me suda los huevos -afirmó vehementemente Jefrey- uno de vosotros dos se va, Frank es uno de mis mejores amigos y tú eres un negro de mierda, así que ya sabes, te ordeno que te pires en busca de ayuda.
Julius, no sin maldecirles varias veces, se fue selva a través encorvado con los brazos en rodeando el bajo vientre. Caminó, caminó y caminó cagando un litro de diarrea cada diez metros aproximadamente. Al final, recortó a mordiscos la culera de su pantalón para no tener que bajárselos cada cinco minutos e inició ciclo nutricional de ingestión de ácidas raíces de palmera, doloroso tránsito intestinal y deposición final de ácida diarrea. Así iba tan contento caminando por la jungla en busca de ayuda hasta que una patrulla de soldados norvietnamitas dio con él y lo acribilló a balazos.
Frank y Jefrey, con el paso de las semanas, dieron a Julius por muerto y se fueron asilvestrando cada vez más. Pero lo que no sabían es que el Vietcong estaba siguiendo el rastro de ácida diarrea que había dejado el negro en su larga caminata. Afortunadamente, el manto de heces que Frank y Jefrey habían extendido era tan grande y voluminoso que les dio tiempo a escuchar las vomitonas de los vietnamitas. Aunque de nada les servía, no tenían armas ni salud, pero ambos se miraron a los ojos fijamente cuando ya se les oía bastante cerca cagarse en la vida y chapotear en mierda y se se dijeron: ¡Moriremos luchando!. Entre unos bambues, asomó la cabeza de un comisario político y Frank y Jefrey tuvieron usar el único objeto punzante y peligroso que tenían a mano: las uñas de los pies. Sorprendentemente, el comisario quedó despedazado en cuestión de segundos y a continuación le siguió la patrulla al completo.
Frank y Jefrey se congratularon por su éxito y se papearon rápidamente la carne de los cadáveres. A partir de ese día, comenzaron a cazar usando sus largas y negras uñas de los pies como arma. De hecho, caminaban tumbados de espaldas, impulsándose con los codos y con las piernas en alto para atacar rápidamente a cualquier cosa que se moviera. Se alimentaron de pájaros, culebras e incluso bueyes. Se convirtieron en el depredador más temido de la escala alimenticia de la jungla. Cuando hacían chocar sus uñas -clack, clack, clack- la jungla, que estaba llena de ruidos, quedaba por completo en silencio.
Hasta que un día que estaban bebiendo agua en la orilla de un rio, siempre con sus uñas de los pies en lo alto, amenazantes, un cangrejo de rio entabló conversación con ellos:
- Joder, nunca había visto a un humano caminar como un cangrejo
- Ya ves -le contestaron indiferentes.
- ¡Y con pinzas y todo! No, no, no, esto hay que celebrarlo, os invito a conocer al alcalde -replicó excitadísimo el cangrejo.
Y se adentraron en las aguas para conocer al alcalde de los cangrejos de rio, el cual se mostró muy sorprendido y orgulloso por el hecho de que unos humanos adoptaran la forma de vida del cangrejo de rio y, no sin chocar esas pinzas (uñas), les invitó a quedarse con ellos cuanto quisieran. A Frank y Jefrey les pareció bien y comenzaron una nueva etapa de su odisea.
En el fondo del rio, junto a los cangrejos, vivían la mar de bien. Tanto, que pensaron en montar su soñado power trio tipo Cream.
Frank al bajo y Jefrey a la batería, eso sonaba que daba gloria bendita, eran una base rítmica excelente, pero les faltaba un guitarrista. Así que fueron probando a todos los cangrejos de rio que sabían tocar blues, pero eran bastante mediocres y, al mismo tiempo, terriblemente necesarios, para Frank y Jefrey tocar sólo con bajo y batería era de costras.
En esto que, un día, estaban tomándose unas olivas en la terraza de un popular bar de la comunidad de cangrejos de rio, cuando vieron que de un coche cargado de bultos y maletas, se bajó, junto a sus hijos, su mujer, el perro y la suegra, un ser mitad Conan mitad Cangrejo. Curiosos, preguntaron a Pepe, el cangrejo que regentaba el bar, y este les informó de que se trataba de Clawful nada menos, el Master del Universo.
Se acercaron a él, se presentaron, admiraron su pinza, él admiró sus uñas y le preguntaron que le traía por aquí.
-Yo es que soy de aquí, pero trabajo en Eternia -informó Clawful.
-¿Junto a He-Man? -preguntaron al unísono los dos marines.
-No, no -rió- por ahora me quedan tres años de contrato con Skeletor y pienso cumplirlos. He venido de vacaciones, para que los crios no olviden sus raíces.
La conversación siguió por otros derroteros menos interesantes -política, coches, castillos, hordas malignas, etc...- hasta que salió el tema de la música y ¡vaya sorpresa! resulta que Clawful era guitarrista.
A los pocos días estaban ensayando, eran un calco de Cream sólo que en cangrejo. Hicieron numerosas giras, llenaron estadios, fueron lo máximo que se le puede pedir a un power trio. Incluso llegaron a evolucionar su sonido hacia la densidad sónica de unos Hairy Chapter. Desgraciadamente, un día estaban Frank y Jefrey, en plena temporada de cocoteros, cortando racimos con sus excepcionales uñas cuando apareció Chuck Norris en misión especial "Desaparecido en combate" y los llevó de vuelta a EEUU en menos que canta un gallo. The Crayfishes se disolvieron.
amenazame@yahoo.es - 16.1.04
Timothy era un perro búlgaro que en 1943 salvó a Lazlo Bravda de morir ahogado en el Danubio y que fue violado brutalmente por Lazlo apenas éste tocó la orilla con el pie. Deprimido, el perro dejó de comer y fue retirado de la calle por la policia secreta comunista búlgara para no dar imagen de hambruna en el país centroeuropeo por su extrema delgadez. Ante tamaña injusticia, Timothy ocasionó algadaras y motines en el penal para perros en el que estaba recluido. Con lo que fue enviado a Moscú, donde sufrió torturas por parte de la KGB, que no se creía que actuara de motu propio y le exigía nombres de posibles contrarrevolicionarios capitalistas. Timothy, dio el de Lazlo Bravda, por su puesto, pero, a pesar de ellos, le recluyeron en un penal siberiano donde murió congelado en una cheka para perros, las temidas Chekacanskis.
Caído el telón de acero, el ferviente anticomunista y budista, Richard Gere, conmovido por la historia de Timothy, compró al gobierno ruso el cadáver congelado del can y con el dinero se construyó una fábrica de Purina que añadía a la carne anticongelante de motocarro. Gracias a eso, ningún perro muere hoy día de frio en Rusia. Lo triste llegó en 1996, cuando se descubre el escándalo de los condones con ratones dentro introducidos en su conjunto por el ano de Richard Gere. La cosa no quedó ahí y la revista Mirror publicó las fotos de una orgía en la que Gere se introducía el cadáver de Timothy enterito por el culo y, acto seguido, iba cagando cubitos de hielo en los cubatas de los invitados de su fiesta ante el aplauso generalizado de los mismos (nihilistas cantantes de techno pop, nihilistas modelos cocainómanas y nihilistas diseñadores de chaquetas con grandes hombreras). Por esta razón, el Tribunal Supremo de los EEUU condenó a Richard a protagonizar el lánguido y tedioso bodrio de Mr. Jones, a lo que éste se negó e interpuso un recurso por vulnerar la pena los derechos fundamentales del ser humano, recurso que no fue admitida a trámite y ahí está la película.
Recientemente, el niño albano, Rima Romo, huerfanito, que vivía en la indigencia prácticamente y la historia de Timothy había supuesto para él todo un referente vital, sufrió un shock cuando se enteró de lo que había hecho Gere con el perro. EL muchacho escribió unas líneas antes de suicidarse clavándose el lápiz en el corazón. Esos versos, están hoy
escritos con cincel en la Catedral de Milán. Dice así:
Al menos ahora, Timothy
Y según tengo entendido
el agua sigue su curso
evaporación, condensación
por eso, todo el mundo
cuando vea llover
que piense que algo de timothy hay
en cada gota de agua que cae
además de la correspondiente vegetación rectal de Richard Gere, claro
Pues bien, el perrito Timothy, de joven, era muy amigo del perro que canta un tema en no sé qué disco de Pink Floyd y tuvieron un grupete de folk psicodélico de cagarse. Es muy difícil encontrar alguna copia original de su LP "Playing Cards", pero los Timothy Band partían la pana.
amenazame@yahoo.es - 16.1.04
jueves, enero 15, 2004
The Mavisa Doors son un grupo extremadamente desconocido de los que apenas podemos constatar hoy en día ninguna grabación de su modesta música ni película de sus estremecedores directos.
Catalogados como mejor grupo de la historia en escena por un puñado de críticos norteamericanos, lo cierto es que su minúsculo legado nunca ha gozado de la celebridad que sin duda merece.
Todo comenzó en la Universidad de Guisconsin, allá por 1967. El xilofonista Grigor McCuansion, rechazado por la escena pop local debido a la intolerancia hacia su intrumento, se junta con Frederic Aillón, criador de perros, desendiente de una famosa estirpe de criadores riojanos; y Tommy Lanen, baterista con síndrome de down.
Entusiasmados con la idea de hacer cantar a un perro sobre el xilófono de Grigor acompañándose de la caótica base rítmica de Tommy, la banda comienza a ensayar en los locales que la muy progresista y hippy Universidad de Guisconsin facilitaba a las bandas de la escena local. Pero mientras tratan de dar con el cuarto que el rectorado les ha asignado para su proyecto, Tommy tropieza con el dobladillo de una moqueta e impacta con toda su tez en la pared partiéndose la nariz.
Este hecho, aparentemente absurdo y sin sentido, es lo que determina crucialmente la carrera de los Mavisa Doors, ya que, con su golpe en la pared, Tommy abre una puerta secreta que da a un cuarto oculto. En él, los Mavisa descubren un local que la CIA usaba para espiar a los hippys de la universidad y a los incipientes movimientos de izquierda radical.
Ajenos a toda polémica, los Mavisa se encierran en el cuarto y empiezan a ensayar. Grigor ataca con sus solos de xilófono, Frederic oprime con fuerza la bolsa escrotal del can para obtener bellas melodías vocales muy costa oeste y Tommy aporrea la batería mientras llora, pues le duele la nariz, rota tan sólo unos minutos antes. Este ensayo, en concreto, dura varias horas total y absolutamente infructuosas en las cuales el grupo no logra ni el más mínimo resultado. Con lo que, aburridos, comienzan a enredar por los utensilios y bártulos que la CIA guardaba en el local. Ríen con las cámaras que espían toda la universidad, juegan con una gama de pelucas de hippy que usaban los agentes para infiltrarse y, between pitos and flautas, dan con un arma secreta del Pentágono que se estaba fabricando en una especie de retrete cotroso anexado a la habitación: Una puerta infracósmica intertemporal.
Acojonados por el hallazgo, no saben si penetrar en ella o no. Discuten si arrojar a Tommy, por eso de que no está muy claro que sienta ni padezca los estímulos que le rodean, pero finalmente y tras mucho pensarlo, se decantan por el perro. Lo tiran al infinito y sólo perciben una serie de rayos beta psichedélicos que se hacen uno con el cosmos a lo lejos. No parece muy grave, piensan. Así que juntan sus manos y se lanzan los tres a través de la puerta para caer en un salón interespacial en el que hay dos puertas y en mitad de la estancia, un jeep lunar de la NASA ahí aparcado. El jeep ni lo tocan, intuyen que por alguna razón ajena a ellos está ahí. Pero las dos puertas son altamente sugerentes. Deciden atravesar una de ellas y aparecen, tras un viaje sideral, en España, y para más cojones, en la década de los ochenta. En cocreto se encuentran en la sede del equipo ciclista Puertas Mavisa, que prepara la Vuelta 89 y donde, por medio de unas instancias que no merece la pena comentar, terminan liando al contable del insigne y popular combinado velocípedo para firmar un contrato de
patrocinio por el que, a partir de ese momento, el grupo se uniforma con maillots y culottes del Puertas Mavisa y adquiere su nombre artístico: The Mavisa Doors
De nuevo, y tras despedirse calurosamente del acongojado contable, que ya nunca volvió a ser el mismo, atraviesan la puerta sideral y vuelven a la estancia. De risas y cachondeo sentados en el capot del jeep, se dicen, por qué no, vamos a por la otra puerta antes de volver a la uni. Y tan contentos, atraviesan la otra puerta, que les lleva a directamente al Roxy de Los Angeles, en la misma franja temporal que su visita a España, los últimos ochenta.
Esta vez están en la oficina de Vicky Hamilton, que les pregunta quién coño son, contestan que los Mavisa Doors, un grupo. Y ella, cazatalentos sin igual, al ver a tres tipos melenudos con maillots y culottes del Puertas Mavisa, uno de ellos con síndrome de down y la nariz sangrando rota por tres partes, piensa: "shit in my mother, i have the next big thing" Y les contrata para tocar esa misma noche.
Ese, su debut en el Roxy, está considerado por los expertos como el mejor directo de todos los tiempos. Algo inenarrable que, pese a no ser dignos de poder describir en toda su magnitud, intentaremos dar a entender una idea de lo qeu fue eso.
El Roxy lleno a reventar. Grigor, entusiasmado, coloca su xilófono en el centro del escenario, Tommy se situa en la bataca y, de repente, Frederic se acuerda de que ha olvidado su perro en el local de ensayo unas décadas atrás. Con lo que decide atravesar de nuevo la puerta cósmica del Roxy en su búsqueda, mientras un enojado Grigor se ve obligado a contar chistes a una audiencia bastante impaciente.
En la búsqueda del can, Frederic vuelve al local de la Universidad de Guisconsin en 1967 para darse cuenta, como el que olvida los donuts, de que el perro lo habían arrojado antes a su suerte al espacio sideral, pero de repente, en ese momento, entran en la habitación tres agentes de la CIA con M16 que pensaban que Frederic era un espía soviético, pues nadie conocía esa habitación nada más que la CIA, y comienzan a dispararle. Frederic, acojonadísimo, vuelve a atravesar la puerta y, en la estancia galáctica, decide coger el jeep lunar para salir echando najas, lo pone a 120 kilómetros por hora mientras puede oir silbar las balas sobre su cabeza y en esto que, para su desgracia, la órbita que está decribiendo con el jeep lunar se cruza con la que estaba trazando su perro, arrojado horas antes al cibercosmos. Choca con él y, tristemente, al estar en la cuerta dimensión, sus cuerpos se insocian dando lugar a un hombre/perro. Sin tiempo para reaccionar, atraviesa la puerta cósmica del Roxy a toda velocidad.
Mientras tanto, Grigor últimaba su repertorio de chistes y la audiencia comenzaba a insultarle ansiosa por una descarga de heavy metal que se hacía esperar más de lo lógico. Entoces, cuando estaba apunto de desencadenarse una rebelión, los metalheads allí congregados ven cómo se abre un agujero interdimensional en el techo del escenario del que cae un hombre/perro a los mandos de un jeep lunar a 120 km por hora seguido de tres agentes de la CIA disparando ráfagas de ametralladora estrellándose todos conjuntamente cerca de la batería. En la deflagración del depósito de gasolina lunar del jeep idem los tres agentes de la CIA se queman vivos en escena. Mientras gritan desesperados de dolor, Frederic, ahora hombre/perro, huele la sangre de la nariz de Tommy y como está hambriento se lanza a devorarle vivo. El batería con síndrome de down no puede hacer nada mientras el feroz hombre/perro muerde su cráneo, y tiene que ser Grigor quien intente dar muerte al hombre/can tratando de axfisiarle con una cinta para el pelo de ISOSTAR Emilio Sánchez Vicario style que le habían dado de promo en la sede de Puertas Mavisa. Ante esto, el hombre-perro arroja a Tommy a tomar por culo rociando a las primeras filas con sus sesos de down y procede a sacarle los ojos a Grigor, que finalmente consigue ahogar al puto infraser, pero que pierde ambos globos oculares en el lance, dando el concierto por terminado en ese momento el departamento de bomberos de Los Ángeles.
Al día siguiente, la crítica y el público deciden por unanimidad que ese concierto había sido "el mejor de la puta historia", "más grande que la putísima vida" rezaban algunas críticas.
Actualmente, Grigor sigue tocando su xilófono en las calles de LA mientras cobra una pensión del estado por su invidencia.Nunca ha cobrado royalties por tan magno espectáculo al no estar grabado éste en ningún formato.
Poca gente cree a los asistentes de tamaño evento, que, en su mayoría, murieron de sobredosis y otras adicciones durante la década de los 90s.
amenazame@yahoo.es - 15.1.04