Rodrigo Castillejos Carrasco-Muñoz, agricultor castellano y padre de cuatro hijos, había visto como, durante los años sesenta, tres de sus hijos abandonaban el hogar y su tierra para emigrar a la ciudad y buscar empleo en la urbe. Eran los tiempos del tránsito del campo a la ciudad, Castilla se despoblaba y predominaba el desarraigo.
Rodrigo estaba desolado, había cultivado durante toda su vida un formidable minifundio remolachero y ahora sus hijos huían de él como de la peste. Por esta razón, se propuso luchar con todos los medios a su alcance para que su último hijo, Juan, no abandonase también la tierra que le vio nacer.
Para ello, cuando Juan no tenía más que tres años, fue encerrado en una habitación sin ventanas que era visitada diariamente por tres ejecutivos urbanitas que le propinaban al muchacho terribles palizas con semáforos, parquímetros y otros objetos propiamente característicos de la ciudad. Después de cada sesión de refinados castigos e intenso dolor, un arado con patas, amigo de la familia y nacido de un escape en la Central Nuclear de Garoña, entraba en la habitación para darle de comer con la palma de la mano.
Este método de adiestramiento que Rodrigo conocía de oídas funcionó a la perfección. El niño desarrolló un odio visceral a la ciudad y todo lo que tenía que ver con ella, al mismo tiempo que se sentía estrechamente vinculado al campo y a su mejor amigo, el arado con patas.
La amistad entre Juan y el arado con patas fue muy intensa. No se separaban nunca, por el día trabajaban juntos la remolacha, por la noche cantaban canciones a la luz de la luna y se amaban en secreto. De esta época datan los primeros trabajos musicales de Juan, folk homosexual, por un lado, y ferrosexual (que se siente atraído por el hierro) por otro.
Mas todo llega en la vida, un día el autoritario padre de Juan, Rodrigo, quiso que su hijo contrajera matrimonio con la hija de un vecino para poder así unir sus minifundios remolacheros conformando un poder caciquil en la comarca. En un principio, Juan no se sintió atraído por la fémina y el matrimonio se celebró contra su voluntad. El arado con patas intentó suicidarse, pero Juan le sorprendió en el último momento y le juró que, aunque estuviese casado con una mujer, nunca le abandonaría y que consumarían a menudo en el campo, durante el laboreo de la tierra.
En los primeros años así fue: Juan pasaba de su esposa y se ponía morado con el arado en el campo. Pero un día, Juan, al no haber tocado a su mujer en tres años, fue violado por ésta y descubrió dos cosas. Una: que el sexo con las mujeres no era desagradable; Y dos: que era bastante menos doloroso que con un arado de acero inoxidable.
Por ello, Juan comenzó progresivamente a poner distancia entre él y su amante heavy hasta que un día decidió arar la tierra tirando de éste con un tractor.
Esta medida, que suponía que el arado con patas ya no podía acceder cuando quisiera a los genitales de Juan, hizo que éste estallara de celos y se enfrentase al que, hasta hacía poco, era su amante.
La pelea fue terrible. El arado golpeó brutalmente a Juan en la cabeza con una de sus patas y éste le dio muerte atropellándolo con el tractor.
La herida en la cabeza de Juan era horrible. Le tuvieron que dar treinta y ocho puntos desde el entrecejo hasta la nuca. En un principio, siguió viviendo feliz con la cabeza cosida de un lado a otro y sin los celos del odioso arado con patas. Pero pronto empezó a sentir unos hormigueos y palpitaciones extrañas en la brecha. Ni el médico ni el cura de la comarca sabían a qué se podía deber y Juan cada día sufría más esas extrañas sensaciones.
Una mañana en la que el cosquilleo era infernal, Juan echó a correr hacia la era gritando desesperado. De pronto, sintió como le saltaban por los aires los treinta y ocho puntos de sutura y se le volvía a abrir la brecha de par en par. Asustado, se llevó las manos a la herida pero algo se las apartó rápidamente: eran setenta y dos mil judíos que salían al exterior a través de la sangrante brecha.
Contrariado, Juan se dirigió al que parecía ser el líder de esas gentes, un tal Moisés, y le dijo:
- Oye... estooo
- Dime, hijo
- ¿Os gustaría montar un grupo de proto fuzz psychedelia?
- Joder, me lo acabas de quitar de la boca
Y así fue como Juan y Moisés formaron un grupo de protofuzz de una línea muy folkie y con unos coros escalofriantes a cargo de setenta y dos mil gargantas. El proyecto auguraba un gran futuro, pero Juan falleció a las pocas horas cuando, en una deposición, cagó ciento veinte mil soldados egipcios, el emperador y sus caballos todos ellos ahogados. Los desgarros provocados por las coces de los caballos en la agonía de la asfixia acabaron con la vida de Juan, hecho toda una hemorragia interna.
No existe grabación en estudio alguna de este grupazo, tan sólo nos queda el testimonial directo "Casual & Live in the era" que se puede escuchar en forma de eco en cuevas cercanas a la susodicha era castellana.
amenazame@yahoo.es - 1.2.04