Por todos es sabido que uno de los acontecimientos históricos más influyentes en la música rock y, muy en especial, en el protofuzz psychedelia, fue la guerra de Vietnam. Cientos de bandas nacieron en las manifestaciones pacifistas que inundaron las calles de EEUU, pero en este caso, The Crayfishes, se formaron en pleno Vietcong.
Frank O´Neil fue reclutado y enviado a Vietnam en 1969. Como muchos otros reclutas, no tuvo la suerte de ser un remplazo más y entró rápidamente en combate. El Mando le destinó a la 356 aerotransportada, una unidad en la que sólo había sobrevivido un hombre en la última operación, Jefrey Mendoza. Los dos soldados permanecieron juntos unos días en espera de se volviese a formar la unidad. Durante aquellas jornadas, Frank y Jefrey entablaron una bonita amistad porque, curiosamente, a ambos les encantaba el mismo grupo: Cream. Conversaron frente a indochinos atardeceres, bebieron juntos, brindaron y, por supuesto, se fueron de putas varias veces forjando una bella amistad. En todo ese tiempo, una idea les unió para siempre: "Cuando acabe todo esto, montamos un power trio como Cream".
Por fin la unidad se recompuso con nuevos reclutas, algunos veteranos sobrantes de otra compañía masacrada y el teniente Demechis, John Demechis. Las órdenes eran volar una cabaña fortificada en la que el Vietcong almacenaba armas y urdía sus planes. Partieron temprano, a las seis de la mañana y, tras una larga caminata en la que los mosquitos se hicieron más odiosos que le propio Ho Chi Min, llegaron a las inmediaciones del objetivo. El teniente Demechis dio las órdenes: "O´Neil y Mendoza os subís reptando a esa colina, desde ahí le tirais unas granadas a la cabaña y nosotros ametrallamos todo lo que salga vivo de ella". -A sus órdenes- susurraron Frank y Jefrey y se alejaron del grupo arrastrando.
Al llegar a la cima de la colina, se dieron cuenta de que la hierba era más alta que ellos, por lo que tuvieron que localizar la cabaña fijándose en la inclinación de los rayos del sol. Al parecer, Jefrey tenía una gran experiencia en este tipo de operaciones. En silencio, como un gato, comprobando la dirección del viento con un dedo impregnado en saliva, inició el ataque. Se agachó, estiró los brazos y lanzó la granada fabulosamente. Ésta describió una formidable parábola a una velocidad excepcional yendo a parar exactamente al ojo izquierdo del teniente Demechis. A continuación, cayó sobre sus restos la que había arrojado Frank y después, la siguiente de Jefrey. Así hasta 38, treinta y ocho granadas que lanzaron cebándose lo más posible Jefrey Mendoza y Frank O´Neil. La compañía 356 aerotransportada acababa de volar en trocitos, con la excepción de Frank, Jefrey y Julius Brown -un afroamericano que vigilaba la retaguardia. Cuando los dos amigos volvieron al pie de la colina y vieron la compañía disuelta en partículas, a Julius llorando acojonado en un rincón y a los soldados norvietamitas saliendo de la cabaña Kalashnikov en mano, tomaron la brillante decisión de correr lo máximo posible en la dirección que les pillase más a mano. Mientras pateaban con las balas silbándoles sobre los hombros, Jefrey le dijo a Frank: "Mierda, tio, ya es la segunda vez que me pasa".
Huyendo del enemigo por los pelos, se adentraron en lo más espeso de la jungla. Por un momento pensaron que un helicóptero les rescataría o que un comando iría en su búsqueda, pero nada. Pasaban los días y no recibían ninguna señal, habían perdido el armamento en la huída -más bien lo habían arrojado a la desesperada- y no tenían comida. En un principio, decidieron buscar cocos, pero fue en vano. Tampoco consiguieron cazar ningún mamífero como las ratas que correteaban la jungla y los mosquitos eran demasiado nauseabundos como para comérselos. Desesperados, los tres marines tuvieron que alimentarse de raíces de palmera, una comida muy nutritiva pero treméndamente ácida y que producía salvajes diarreas. Frank, Julius y Jefrey no hacían más que comer ácidas raíces y cagar ácidas diarreas, sin parar, en un ciclo constante. Desesperado, Jefrey, como soldado de mayor rango, quiso poner fin a la situación:
-Alguien tiene que ir en búsqueda del campamento, por mis cojones -dijo con la voz entrecortada por las contracciones intestinales que sufrían los tres.
-Pero no tenemos armas -dijo Frank.
-Y esto está lleno de Vietcongs -añadió Julius.
-Me suda los huevos -afirmó vehementemente Jefrey- uno de vosotros dos se va, Frank es uno de mis mejores amigos y tú eres un negro de mierda, así que ya sabes, te ordeno que te pires en busca de ayuda.
Julius, no sin maldecirles varias veces, se fue selva a través encorvado con los brazos en rodeando el bajo vientre. Caminó, caminó y caminó cagando un litro de diarrea cada diez metros aproximadamente. Al final, recortó a mordiscos la culera de su pantalón para no tener que bajárselos cada cinco minutos e inició ciclo nutricional de ingestión de ácidas raíces de palmera, doloroso tránsito intestinal y deposición final de ácida diarrea. Así iba tan contento caminando por la jungla en busca de ayuda hasta que una patrulla de soldados norvietnamitas dio con él y lo acribilló a balazos.
Frank y Jefrey, con el paso de las semanas, dieron a Julius por muerto y se fueron asilvestrando cada vez más. Pero lo que no sabían es que el Vietcong estaba siguiendo el rastro de ácida diarrea que había dejado el negro en su larga caminata. Afortunadamente, el manto de heces que Frank y Jefrey habían extendido era tan grande y voluminoso que les dio tiempo a escuchar las vomitonas de los vietnamitas. Aunque de nada les servía, no tenían armas ni salud, pero ambos se miraron a los ojos fijamente cuando ya se les oía bastante cerca cagarse en la vida y chapotear en mierda y se se dijeron: ¡Moriremos luchando!. Entre unos bambues, asomó la cabeza de un comisario político y Frank y Jefrey tuvieron usar el único objeto punzante y peligroso que tenían a mano: las uñas de los pies. Sorprendentemente, el comisario quedó despedazado en cuestión de segundos y a continuación le siguió la patrulla al completo.
Frank y Jefrey se congratularon por su éxito y se papearon rápidamente la carne de los cadáveres. A partir de ese día, comenzaron a cazar usando sus largas y negras uñas de los pies como arma. De hecho, caminaban tumbados de espaldas, impulsándose con los codos y con las piernas en alto para atacar rápidamente a cualquier cosa que se moviera. Se alimentaron de pájaros, culebras e incluso bueyes. Se convirtieron en el depredador más temido de la escala alimenticia de la jungla. Cuando hacían chocar sus uñas -clack, clack, clack- la jungla, que estaba llena de ruidos, quedaba por completo en silencio.
Hasta que un día que estaban bebiendo agua en la orilla de un rio, siempre con sus uñas de los pies en lo alto, amenazantes, un cangrejo de rio entabló conversación con ellos:
- Joder, nunca había visto a un humano caminar como un cangrejo
- Ya ves -le contestaron indiferentes.
- ¡Y con pinzas y todo! No, no, no, esto hay que celebrarlo, os invito a conocer al alcalde -replicó excitadísimo el cangrejo.
Y se adentraron en las aguas para conocer al alcalde de los cangrejos de rio, el cual se mostró muy sorprendido y orgulloso por el hecho de que unos humanos adoptaran la forma de vida del cangrejo de rio y, no sin chocar esas pinzas (uñas), les invitó a quedarse con ellos cuanto quisieran. A Frank y Jefrey les pareció bien y comenzaron una nueva etapa de su odisea.
En el fondo del rio, junto a los cangrejos, vivían la mar de bien. Tanto, que pensaron en montar su soñado power trio tipo Cream.
Frank al bajo y Jefrey a la batería, eso sonaba que daba gloria bendita, eran una base rítmica excelente, pero les faltaba un guitarrista. Así que fueron probando a todos los cangrejos de rio que sabían tocar blues, pero eran bastante mediocres y, al mismo tiempo, terriblemente necesarios, para Frank y Jefrey tocar sólo con bajo y batería era de costras.
En esto que, un día, estaban tomándose unas olivas en la terraza de un popular bar de la comunidad de cangrejos de rio, cuando vieron que de un coche cargado de bultos y maletas, se bajó, junto a sus hijos, su mujer, el perro y la suegra, un ser mitad Conan mitad Cangrejo. Curiosos, preguntaron a Pepe, el cangrejo que regentaba el bar, y este les informó de que se trataba de Clawful nada menos, el Master del Universo.
Se acercaron a él, se presentaron, admiraron su pinza, él admiró sus uñas y le preguntaron que le traía por aquí.
-Yo es que soy de aquí, pero trabajo en Eternia -informó Clawful.
-¿Junto a He-Man? -preguntaron al unísono los dos marines.
-No, no -rió- por ahora me quedan tres años de contrato con Skeletor y pienso cumplirlos. He venido de vacaciones, para que los crios no olviden sus raíces.
La conversación siguió por otros derroteros menos interesantes -política, coches, castillos, hordas malignas, etc...- hasta que salió el tema de la música y ¡vaya sorpresa! resulta que Clawful era guitarrista.
A los pocos días estaban ensayando, eran un calco de Cream sólo que en cangrejo. Hicieron numerosas giras, llenaron estadios, fueron lo máximo que se le puede pedir a un power trio. Incluso llegaron a evolucionar su sonido hacia la densidad sónica de unos Hairy Chapter. Desgraciadamente, un día estaban Frank y Jefrey, en plena temporada de cocoteros, cortando racimos con sus excepcionales uñas cuando apareció Chuck Norris en misión especial "Desaparecido en combate" y los llevó de vuelta a EEUU en menos que canta un gallo. The Crayfishes se disolvieron.
amenazame@yahoo.es - 16.1.04
Timothy era un perro búlgaro que en 1943 salvó a Lazlo Bravda de morir ahogado en el Danubio y que fue violado brutalmente por Lazlo apenas éste tocó la orilla con el pie. Deprimido, el perro dejó de comer y fue retirado de la calle por la policia secreta comunista búlgara para no dar imagen de hambruna en el país centroeuropeo por su extrema delgadez. Ante tamaña injusticia, Timothy ocasionó algadaras y motines en el penal para perros en el que estaba recluido. Con lo que fue enviado a Moscú, donde sufrió torturas por parte de la KGB, que no se creía que actuara de motu propio y le exigía nombres de posibles contrarrevolicionarios capitalistas. Timothy, dio el de Lazlo Bravda, por su puesto, pero, a pesar de ellos, le recluyeron en un penal siberiano donde murió congelado en una cheka para perros, las temidas Chekacanskis.
Caído el telón de acero, el ferviente anticomunista y budista, Richard Gere, conmovido por la historia de Timothy, compró al gobierno ruso el cadáver congelado del can y con el dinero se construyó una fábrica de Purina que añadía a la carne anticongelante de motocarro. Gracias a eso, ningún perro muere hoy día de frio en Rusia. Lo triste llegó en 1996, cuando se descubre el escándalo de los condones con ratones dentro introducidos en su conjunto por el ano de Richard Gere. La cosa no quedó ahí y la revista Mirror publicó las fotos de una orgía en la que Gere se introducía el cadáver de Timothy enterito por el culo y, acto seguido, iba cagando cubitos de hielo en los cubatas de los invitados de su fiesta ante el aplauso generalizado de los mismos (nihilistas cantantes de techno pop, nihilistas modelos cocainómanas y nihilistas diseñadores de chaquetas con grandes hombreras). Por esta razón, el Tribunal Supremo de los EEUU condenó a Richard a protagonizar el lánguido y tedioso bodrio de Mr. Jones, a lo que éste se negó e interpuso un recurso por vulnerar la pena los derechos fundamentales del ser humano, recurso que no fue admitida a trámite y ahí está la película.
Recientemente, el niño albano, Rima Romo, huerfanito, que vivía en la indigencia prácticamente y la historia de Timothy había supuesto para él todo un referente vital, sufrió un shock cuando se enteró de lo que había hecho Gere con el perro. EL muchacho escribió unas líneas antes de suicidarse clavándose el lápiz en el corazón. Esos versos, están hoy
escritos con cincel en la Catedral de Milán. Dice así:
Al menos ahora, Timothy
Y según tengo entendido
el agua sigue su curso
evaporación, condensación
por eso, todo el mundo
cuando vea llover
que piense que algo de timothy hay
en cada gota de agua que cae
además de la correspondiente vegetación rectal de Richard Gere, claro
Pues bien, el perrito Timothy, de joven, era muy amigo del perro que canta un tema en no sé qué disco de Pink Floyd y tuvieron un grupete de folk psicodélico de cagarse. Es muy difícil encontrar alguna copia original de su LP "Playing Cards", pero los Timothy Band partían la pana.
amenazame@yahoo.es - 16.1.04
jueves, enero 15, 2004
The Mavisa Doors son un grupo extremadamente desconocido de los que apenas podemos constatar hoy en día ninguna grabación de su modesta música ni película de sus estremecedores directos.
Catalogados como mejor grupo de la historia en escena por un puñado de críticos norteamericanos, lo cierto es que su minúsculo legado nunca ha gozado de la celebridad que sin duda merece.
Todo comenzó en la Universidad de Guisconsin, allá por 1967. El xilofonista Grigor McCuansion, rechazado por la escena pop local debido a la intolerancia hacia su intrumento, se junta con Frederic Aillón, criador de perros, desendiente de una famosa estirpe de criadores riojanos; y Tommy Lanen, baterista con síndrome de down.
Entusiasmados con la idea de hacer cantar a un perro sobre el xilófono de Grigor acompañándose de la caótica base rítmica de Tommy, la banda comienza a ensayar en los locales que la muy progresista y hippy Universidad de Guisconsin facilitaba a las bandas de la escena local. Pero mientras tratan de dar con el cuarto que el rectorado les ha asignado para su proyecto, Tommy tropieza con el dobladillo de una moqueta e impacta con toda su tez en la pared partiéndose la nariz.
Este hecho, aparentemente absurdo y sin sentido, es lo que determina crucialmente la carrera de los Mavisa Doors, ya que, con su golpe en la pared, Tommy abre una puerta secreta que da a un cuarto oculto. En él, los Mavisa descubren un local que la CIA usaba para espiar a los hippys de la universidad y a los incipientes movimientos de izquierda radical.
Ajenos a toda polémica, los Mavisa se encierran en el cuarto y empiezan a ensayar. Grigor ataca con sus solos de xilófono, Frederic oprime con fuerza la bolsa escrotal del can para obtener bellas melodías vocales muy costa oeste y Tommy aporrea la batería mientras llora, pues le duele la nariz, rota tan sólo unos minutos antes. Este ensayo, en concreto, dura varias horas total y absolutamente infructuosas en las cuales el grupo no logra ni el más mínimo resultado. Con lo que, aburridos, comienzan a enredar por los utensilios y bártulos que la CIA guardaba en el local. Ríen con las cámaras que espían toda la universidad, juegan con una gama de pelucas de hippy que usaban los agentes para infiltrarse y, between pitos and flautas, dan con un arma secreta del Pentágono que se estaba fabricando en una especie de retrete cotroso anexado a la habitación: Una puerta infracósmica intertemporal.
Acojonados por el hallazgo, no saben si penetrar en ella o no. Discuten si arrojar a Tommy, por eso de que no está muy claro que sienta ni padezca los estímulos que le rodean, pero finalmente y tras mucho pensarlo, se decantan por el perro. Lo tiran al infinito y sólo perciben una serie de rayos beta psichedélicos que se hacen uno con el cosmos a lo lejos. No parece muy grave, piensan. Así que juntan sus manos y se lanzan los tres a través de la puerta para caer en un salón interespacial en el que hay dos puertas y en mitad de la estancia, un jeep lunar de la NASA ahí aparcado. El jeep ni lo tocan, intuyen que por alguna razón ajena a ellos está ahí. Pero las dos puertas son altamente sugerentes. Deciden atravesar una de ellas y aparecen, tras un viaje sideral, en España, y para más cojones, en la década de los ochenta. En cocreto se encuentran en la sede del equipo ciclista Puertas Mavisa, que prepara la Vuelta 89 y donde, por medio de unas instancias que no merece la pena comentar, terminan liando al contable del insigne y popular combinado velocípedo para firmar un contrato de
patrocinio por el que, a partir de ese momento, el grupo se uniforma con maillots y culottes del Puertas Mavisa y adquiere su nombre artístico: The Mavisa Doors
De nuevo, y tras despedirse calurosamente del acongojado contable, que ya nunca volvió a ser el mismo, atraviesan la puerta sideral y vuelven a la estancia. De risas y cachondeo sentados en el capot del jeep, se dicen, por qué no, vamos a por la otra puerta antes de volver a la uni. Y tan contentos, atraviesan la otra puerta, que les lleva a directamente al Roxy de Los Angeles, en la misma franja temporal que su visita a España, los últimos ochenta.
Esta vez están en la oficina de Vicky Hamilton, que les pregunta quién coño son, contestan que los Mavisa Doors, un grupo. Y ella, cazatalentos sin igual, al ver a tres tipos melenudos con maillots y culottes del Puertas Mavisa, uno de ellos con síndrome de down y la nariz sangrando rota por tres partes, piensa: "shit in my mother, i have the next big thing" Y les contrata para tocar esa misma noche.
Ese, su debut en el Roxy, está considerado por los expertos como el mejor directo de todos los tiempos. Algo inenarrable que, pese a no ser dignos de poder describir en toda su magnitud, intentaremos dar a entender una idea de lo qeu fue eso.
El Roxy lleno a reventar. Grigor, entusiasmado, coloca su xilófono en el centro del escenario, Tommy se situa en la bataca y, de repente, Frederic se acuerda de que ha olvidado su perro en el local de ensayo unas décadas atrás. Con lo que decide atravesar de nuevo la puerta cósmica del Roxy en su búsqueda, mientras un enojado Grigor se ve obligado a contar chistes a una audiencia bastante impaciente.
En la búsqueda del can, Frederic vuelve al local de la Universidad de Guisconsin en 1967 para darse cuenta, como el que olvida los donuts, de que el perro lo habían arrojado antes a su suerte al espacio sideral, pero de repente, en ese momento, entran en la habitación tres agentes de la CIA con M16 que pensaban que Frederic era un espía soviético, pues nadie conocía esa habitación nada más que la CIA, y comienzan a dispararle. Frederic, acojonadísimo, vuelve a atravesar la puerta y, en la estancia galáctica, decide coger el jeep lunar para salir echando najas, lo pone a 120 kilómetros por hora mientras puede oir silbar las balas sobre su cabeza y en esto que, para su desgracia, la órbita que está decribiendo con el jeep lunar se cruza con la que estaba trazando su perro, arrojado horas antes al cibercosmos. Choca con él y, tristemente, al estar en la cuerta dimensión, sus cuerpos se insocian dando lugar a un hombre/perro. Sin tiempo para reaccionar, atraviesa la puerta cósmica del Roxy a toda velocidad.
Mientras tanto, Grigor últimaba su repertorio de chistes y la audiencia comenzaba a insultarle ansiosa por una descarga de heavy metal que se hacía esperar más de lo lógico. Entoces, cuando estaba apunto de desencadenarse una rebelión, los metalheads allí congregados ven cómo se abre un agujero interdimensional en el techo del escenario del que cae un hombre/perro a los mandos de un jeep lunar a 120 km por hora seguido de tres agentes de la CIA disparando ráfagas de ametralladora estrellándose todos conjuntamente cerca de la batería. En la deflagración del depósito de gasolina lunar del jeep idem los tres agentes de la CIA se queman vivos en escena. Mientras gritan desesperados de dolor, Frederic, ahora hombre/perro, huele la sangre de la nariz de Tommy y como está hambriento se lanza a devorarle vivo. El batería con síndrome de down no puede hacer nada mientras el feroz hombre/perro muerde su cráneo, y tiene que ser Grigor quien intente dar muerte al hombre/can tratando de axfisiarle con una cinta para el pelo de ISOSTAR Emilio Sánchez Vicario style que le habían dado de promo en la sede de Puertas Mavisa. Ante esto, el hombre-perro arroja a Tommy a tomar por culo rociando a las primeras filas con sus sesos de down y procede a sacarle los ojos a Grigor, que finalmente consigue ahogar al puto infraser, pero que pierde ambos globos oculares en el lance, dando el concierto por terminado en ese momento el departamento de bomberos de Los Ángeles.
Al día siguiente, la crítica y el público deciden por unanimidad que ese concierto había sido "el mejor de la puta historia", "más grande que la putísima vida" rezaban algunas críticas.
Actualmente, Grigor sigue tocando su xilófono en las calles de LA mientras cobra una pensión del estado por su invidencia.Nunca ha cobrado royalties por tan magno espectáculo al no estar grabado éste en ningún formato.
Poca gente cree a los asistentes de tamaño evento, que, en su mayoría, murieron de sobredosis y otras adicciones durante la década de los 90s.
amenazame@yahoo.es - 15.1.04